Por Anahí González
Hernández
Lupita
jugaba en el patio cerca de los cachorritos que habían nacido apenas ayer. Su
mamá no la dejaba agarrarlos porque decía que se podría enfermar; pero cuando
nadie la veía, Lupita se recostaba de uno por uno los cachorritos en su hombro
y les pegaba en el lomito hasta que ella creía haber escuchado un eructo del
animal. Un buen día se le ocurrió la idea de poder alimentar a los cachorritos
con pedacitos de algodón blanco, el único problema era que estaba muy alto y no
los podía tomar. Lupita pensó en una silla: se subió, se estiró lo más que pudo
pero no alcanzó los pedacitos. Después se le ocurrió una reja: se subió, se
estiró lo más que pudo, pero tampoco así pudo conseguir los pedacitos. Entonces
a Lupita se le ocurrió que tal vez si brincaba muy alto podía tomar algún
pedacito de algodón. Corrió por las escaleras hacia la azotea y desde ahí, sin
dudarlo un segundo, Lupita echó el brinco más alto que pudo. Desde ese momento
Lupita pudo sentir el algodón, pero descubrió que ahora no podía bajar para alimentar
a sus cachorritos.
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Pedacitos
de algodón es un micro-cuento realizado por Anahí, alumna de 8°semestre de Letras Hispanoamericanas en la Universidad de Colima.
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